La actriz vallisoletana Concha Velasco, Premio Nacional de Teatro 2016, se ha metido en la piel de mujeres únicas como Santa Teresa de Jesús o Hécuba. Ahora vuelve a encarnar a otra fascinante figura femenina, Juana la Loca, en un monólogo escrito por Ernesto Caballero y dirigido por Gerardo Vera. ‘Reina Juana’, título que da nombre este montaje, recala en el Teatro Principal mañana sábado, 21 de enero, las 20,30 horas.

El espectáculo, arropado por el éxito de público y excelentes críticas, pone voz a Juana I de Castilla, una mujer maltratada por la historia que pasó sus últimos días completamente sola, encerrada en Tordesillas, por una supuesta enfermedad mental y defenestrada por su marido, Felipe el Hermoso, por su padre, Fernando el Católico, y por su hijo, Carlos V. El argumento arranca con la confesión de Juana I de Castilla ante el padre Francisco de Borja la noche anterior a su muerte. A partir de ahí la monarca va desgranando los momentos más importantes de su vida, mientras en su divagar induce al espectador a recorrer una buena parte de la historia de España. En este flashback alza la voz con lucidez contra todos aquellos que la llevaron al destierro convirtiéndola en una sombra.

Para el dramaturgo, Juana la Loca fue “objeto de linchamiento, como podría serlo hoy en las redes sociales. Se la condenó a una muerte civil a partir de la utilización interesada de sus brotes o arrebatos”. “Estuvo manipulada por su padre, por su marido y después por su hijo”, precisa Caballero al mismo tiempo que manifiesta que la ficción le ha permitido especular y crear una figura a partir de una peripecia vital compleja que hace ver a un personaje “valiente y único, a una reina sola, un personaje que no se ajustó a los parámetros sociales de lo que se esperaba de ella”.

El texto que, aunque inspirado en hechos reales, sube a escena como un monólogo de ficción –Velasco está sola en el escenario durante 90 minutos- y no pretende ser un tratado de historia. Se trata de una narración imaginaria que no pretende ajustarse a la veracidad en detalle, sino interpretarla. El dramaturgo plantea todas las grandes preguntas de una época marcada por la intolerancia religiosa, la corrupción política y la ambición, usando unas reflexiones contemporáneas. Los datos reales, manifiesta Caballero, han servido para “situar al personaje y dar verosimilitud a la historia que se cuenta”.